lunes, 17 de febrero de 2014

Fue un mal sueño

Tuve un mal sueño.



Iba con una amiga en mi carrito, un híbrido de chevy y vocho, color rojo, tipo esmalte de uñas. Nos dirigíamos a un museo, posiblemente cerca del centro histórico. Era un día espléndido, las nubes eran cortejadas por un viento suave que las hacía deslizarse con elegancia. Yo me sentía feliz, pleno. Mi amiga también estaba contenta, al menos se veía relajada.




Escuché un ruido seco y contundente en la parte baja, me detuve para inspeccionar, no encontré nada, sin embargo, al intentar continuar nuestro camino, el auto ya no respondió. Ni siquiera con las majaderías que le propiné. Decidí que lo mejor era pedir ayuda y encaminé a mi amiga a un centro comercial que se encontraba a unas cuadras de ahí. Le aseguré que la buscaría en la zona de comidas, que se diera una vuelta y regresara cada quince minutos. Regresé al auto.




La zona estaba desierta y se percibía insegura, solo había bodegas y fábricas abandonas, por esa razón llevé a mi amiga a buen resguardo. Caminé un largo trecho buscando un mecánico o alguien que me ayudase a empujarlo pero no encontré nada. Ya me había alejado demasiado y me dio miedo. En las bodegas había gente que me miraba con desconfianza. Gente que entornaba sus ojos así ¬¬ , decidí regresar, llevar a mi amiga a su casa en transporte público y regresar más tarde con ayuda.





Tardé mucho tiempo en regresar al lugar donde había dejado el auto, sin encontrarlo. No estaba el auto y tampoco el lugar, al parecer me había perdido, pero la zona era la misma, las fábricas, las cortinas y hasta un poste frente a donde estaba el auto. Aunque, ciertamente, todo se veía diferente, digamos, más viejo.



Caminé al centro comercial y tampoco tuve fortuna. Ya no estaba, solo había casas de campaña, hechas con cartones y jirones de mantas, maderas y pedazos de láminas. Cientos de personas deambulaban, con caras tristes, ropas raídas. El lugar era muy parecido a donde había dejado a mi amiga, pero no era el mismo. Solo había paredes de concreto y gente rodeando fogatas. Era un cascaron de concreto, viejo y maloliente. La gente me miraba con recelo ¬¬ y corrían a ocultarse a sus "casas" cuando pasaba cerca de ellos. Curiosamente, no había niños.



Caminé por horas y por todos lados era el mismo escenario. Veía a la gente caminar con prisas pero, aparentemente, iban a ningún lado. Cada cierto tiempo sonaba una sirena con estridencia y salían corriendo en hordas desiguales. Al poco rato, regresaban grupos similares, pero, evidentemente , cansados.

Después de mucho rato vi a mi amiga. A lo lejos, pero vestida con ropas viejas y ella muy descuidad. Le grité por su nombre. Me ignoró. Le grité varias veces, mientras corría a su encuentro. Ella caminaba al lado de varias personas. La alcancé y la tomé del hombro. ella volteó asustada y me retiró la mano de su hombro con violencia. Corrió a buscar refugio. La seguí, pero la perdí entre la multitud.

En la búsqueda, llegué a una especie de bodega cuadrada, era inmensa, vacía de cosas pero llena de niños, cientos de niños, que jugaban, lloraban, se orinaban, gritaban. Niños sucios, malolientes, asustados, descuidados. Niños que provocaban compasión. Niños que se cuidaban solos.

Salí corriendo de ahí. Estaba muy asustado. y me paré a calmar el sofoco. Un hombre entrado en años, o quizá joven pero muy maltratado por la vida, se acercó y me ofreció una especie de caramelos opacos. Le agradecí pero no los tomé. Alzó sus hombros y se los llevó a la boca. ¿ Estás perdido?, verdad - Preguntó - No te preocupes, no eres el primero. Contigo van cinco que veo en mi vida. Eres un ser perdido en el tiempo. Estamos en el año 2097. Me quedé asombrado, el comenzó a reír. No tenía dientes.

En 2020, la situación del país se volvió insostenible. Se comenzaron a crear grupos y comenzaron a pelear por sus "derechos" llegaron a niveles muy altos y familias muy encumbradas. Se armó una guerra que culminó con el derrocamiento del gobierno y la repartición del país. Toda la parte del norte la tomó el vecino país, que ahora se llama América constituida. Y aquí abajo quedamos tres zonas, gobernadas por familias. Cada Zona se llama Territorio y está dividida en partes desiguales que se llaman tributarios. El mando se le da a un miembro de la familia.

Cada tribuario está dividido en dos áreas, donde viven los dueños y nosotros, que estamos encerrados, solo salimos a hacer las labores para las que nos requieran. Los niños están guardados en bodegas y son administrados por nanas que les van dando especialidades y los van educando para ser dóciles y sumisos.

Aquí nos gobernamos por vía de la fuerza. Los alimentos nos llegan en forma de caramelos y contienen nutrientes. Tenemos derecho a dos vasos de agua al día y la mayoría somos esterilizados al nacer.

De repente me di cuenta. La mujer que había visto, no era mi amiga. Era su nieta.

Desperté muy triste.

domingo, 6 de febrero de 2011

De no haber sido por que los señores de Top Gear mencionaron que el embajador mexicano en Inglaterra se la pasaba en la hueva, nada hubiera sucedido, ni reclamos, ni azotes, ni rasgaduras de vestiduras y todo lo que provocó.

No es la primera vez que algún medio se mofa de los mexicanos. De hecho, en las series o películas estadounidenses, cuando por razones de fuga, negociaciones o turísmo, se filma en tierra mexicana, la mayoría de las veces es en mercados, terregales, pueblitos con policias vestidos de caqui, portando abundante bigote, gallinas pasando la calle y puestos de sarapes. Eso a nadie o pocos se ofende.

Goglea mexicano en imagenes y verás esta misma.
Cuando la ocasión lo amerita y se trata de interpretar el papel de un mexicano, pero radicado en los Estados Unidos, los vemos como ilegales cruzando la frontera, cocineros, sirvientes, jardineros o pandilleros. Y tampoco hacemos boicots.

Por supuesto que no estoy de acuerdo en los insultos, descalificaciones y desprecio a mi pueblo, pero seamos sinceros, no son alejados de la realidad. Malo sería que nos difamaran, pero, este no es el caso. Símplemente, dijeron en una forma, quizá ofensiva, parte de lo que representamos para el mundo. No lo dejemos a la percepción. Remitamonos a los hechos, que son los siguientes:

* El 7.5% sobre el total de la población representa el nivel socioeconómico A/B, es decir, tiene vida de magnate, o sea, la high society de México y hasta algunos se rozan con los potentados de otros países, por supuesto, no son los mexicanos que insultaron. Son un México como de ensueño Muy diferente al de las mayorías.

El nivel socieconómico C+ . No es de magnates pero el estilo de vida está muy por enicma del grueso de la población. Ocupan cargos directivos o gerenciales, tienen su casita, carro de modelo reciente y es muy probable que sus hijos asistan a escuelas privadas. Sus ingresos mensuales superan los 35 mil pesos. Son el 14% del total de población.

El 18% de la población pertenece al nivel socioeconómico C. Son personas cuyo ingreso es superior a 12,000 pesos mensuales, tienen casa con un mínimo de 5 habitaciones,al menos un auto, estudios superiores. Muchas de las personas de este nivel no son como los que describen los insultantes.

Pero, si estás dentro del 60% de los mexicanos que viven al día y pertenecen a los niveles socioeconómicos D+ / D y E ... entonces es probable que tu conducta, tus costumbres, estilo de vida, distracciones, entorno social, sea muy parecido a lo que muestran los extranjeros de nosotros mismos: Colonias populares, con puestos de fritangas en las esquinas, y todo el folclore que representa el barrio, la banda, el personal.

La mayoría de los mexicanos, vivimos en las condiciones antes descritas, pero no estamos representados en el grupo de la población que levantó la voz, simplemente, por que si es nuestra realidad. Claro, hay quienes de dieron por muy ofendidos ¿cómo se atreven a expresarse así de nosotros? Y el verdadero problema no es que se hayan expresado así, el verdadero problema es que hay persona que no quieren ver la realidad. Y la realidad es la siguiente: Somos un país pobre y de costumbres muy arraigadas.

Y no solo es tolerado que los gringos nos representen con toda clase de estereotipos, sino que en casa también se lava la ropa sucia, y es fuente de éxito inagotable y pingües utilidades así como altísimos sueldos, para actores que se valen de los mexicanos como personajes, si importar la mofa o el evidente ridículo, para muestra un botón, El chavo del 8, chano y Chon, Pituca y Petaca, La nacaranda, el Vitor, el pregúntame kaón, la criada bien criada, María la del Barrio, Marimar, el peladito de Cantinflas, la india María y todos los que se le vengan a la mente.

Burlarse de los mexicanos es una afición mexicana, somos aguantadores, no nos ofendemos de cualquier cosa, pero esta vez, tocaron una fibra muy sensible: la vena diplomática. Sabrá dios que es lo que hayan visto los flemáticos ingleses, por que lo que es acá en México, estamos muy acostumbrados a funcionarios que no son la mar de diligentes y bueno, es por que como México no hay dos.

El verdadero insulto, es el que proviene de quienes se sintieron ofendidos, por no querer darse cuenta de una realidad.El verdadero insulto es que haya niños en las aceras trabajando, El verdadero insulto es que tengamos recursos naturales de sobra y sin embargo no seamos autosuficientes alimentariamente e incluso, haya regiones en situación de hambre, insulto es que hayamos aportado al mundo el chocolate y el chicle ¡las dos golosinas más populares del mundo! y no tengamos ni una sola marca propia de impacto mundial. Insulto es que los estudiantes del IPN desarrollen impactantes prototipos y no tengan apoyo para su desarrollo.

A los mexicanos nos falta mucho por progresar y desarrollar; es tiempo que no quitemos de la cabeza que la mexicanidad se representa con sarapes, pozole y charros. El verdadero mexicano habrá de despertar algún día y erigirse majestuoso por sobre sus problemas y al menos, pienso y deseo, al menos, habrá comida para todos, por no decir, educación.


* Fuentes: Niveles socioeconómicos AMAI http://www.slideshare.net/fhuertamty/amai-niveles-socioeconomicos-en-mexico

jueves, 16 de septiembre de 2010

El Culto al Éxito

A mi me hubiera gustado ser cómo aquel o como aquella. Desde pequeño, mis padres, amigos, parientes y la sociedad entera me han mostrado modelos a seguir, paradigmas les llaman los académicos, y todo llos tienen una componente de lo que el transmisor hubieese deseado o en su defecto, también eran modelos que les impusieron sus ancestros por que a esots también se los impusieron sus ancestros. Y al final resulta que de modelo en modelo perdemos lo que realmente somos. Claro, en las familias de lo que suelen llamar abolengo, en donde se tiene un pacto con el linaje, es cosa común y, casi obligada. Esos nombres de tres, cuatro o hasta cinco apellidos entrelazados, no cabe duda, deben dar contibuidad a su ascendencia, pero, como bien lo sabe el INEGI y la gente común, esas familias no rebasan el 2% de la población. El asunto a tratar está en un 70% de la población nacional, que vive en condiciones de sobrevivencia.

No hay cosa más horrible que andar por la vida buscando ser quien se supone debo ser o tratando de integrarse a una estilo de vida que me permita ser aceptado por la sociedad. Esos seres imaginarios que van determinando si eres apto, si vales, si encajas, si pertences, si pasas. Una especie de cadeneros de la sociedad, que solamente existen en la mente de uno, pero son tan poderosos que son capaces de mover a una sociedad entera, en una especie de pensamiento colectivo, que incluso puede provocar desbandadas, como cuando juega tu equipo de futbol y tienen esa inmensa necesidad de portar los colores. El instinto gregario llevado hasta su máxima expresión.

Y entre tantas linduras que heredamos de una sociedad en crecimiento, en aras de la superación y del uso de los beneficios de la democracia, la libertad y la igualdad, debemos integrar a nuestro pensamiento, el culto al Éxito. Hermosa joya de la modernidad, hija del mas puro pensamiento neo liberal, que fuera la razón del crcimiento de naciones enteras. Pero con una pequeña fractura, pequeñísima fisura. Antes de instalar este mecanismo de crecimiento, a los inventores, se les olvidó advertir sobre los efectos que podría acarrear el mal uso de este.
Llegamos al final de los ochenta, proclamando la prevalencia de los esfuerzos personales sobre la colectividad. Nos avisan mentores y promotores del éxito sobre las bonanzas del “echarle ganas” esa abstraccion tan extraña que da miedo, por que quiere decir todo y no dice nada. Nos aboradan con temáticas de ilusiones que no deben abandonarse, sueños que no deben romperse, ideas fantasiosas que impera anotarlas en cartulinas y colgarlas en la cabecera. Utilizar todos los esfuerzos para lograr ser Una-Persona-de-éxito. O sea, el éxito a como de lugar en cualquier lugar. Así transcurren dos décadas. Hoy confirmamos lo devastador que puede ser, el mal empleo de algunas herramientas.

Por que resulta que el Éxito, así en abstracto, se convirtió en la única meta de una generación completa de mexicanos, que sin lugar da dudas trabajamos duro, nos dejamos inspirar en ese pensamiento y a veces, no se miraba más allá , influenciados por ese estado, casi hipnótico de crecimiento, desarrollo, superación, pasando por encima de cualquier obstáculo, muchas veces, aunque ese éxito fomentará la corrupción y algunas actividades no del todo lícitas o morales. El que no transa no avanza, fue un pensamiento no pecamiso, el pecado estaba en ser pazguato y no crecer al ritmo de la modernidad, aunque en el camino, se pasara por encima de uno, algunos, varios o muchos. La proclama era clara y justificada y hoy los efectos son evidentes.

A falta de rumbo colectivo, los esfuerzos individuales trabajaron en posiciones que definieron la sociedad que hoy estamos viviendo, en guerra continua y con la esperanza puestas ya no en el Éxito, sino en salir del fracaso. Y para las nuevas generaciones, debe llegar un momento que se planteen soluciones de largo plazo, con las miras puestas en la colectividad. La lección es clara, cuando prevalecen los intereses particulares, sobre los de la sociedad entera, todos salimos lastimados. Es una parte de lo que hoy estamos viviendo. Ojalá hayamos aprendido la lección y en al devenir inmediato, nuestra preocupación sean los ideales de toda ua nación, que sean incluyentes y que consideren, la paz, la justicia y la tranquilidad, como una meta alcanzable.

El éxito personal es bueno, pero el triunfo de una nación entera es mejor.

domingo, 22 de agosto de 2010

De las Causas y los Efectos

Luz Externa: Después de la conquista de México, los libros de estudios históricos se refieren muy poco a la etapa de transición.Si acaso uno de los episodios más relevantes, que por obvias razones, no está registrado en los anales oficiales, es el episodio de Juan Diego (hoy santo) y su encuentro con la madre de Jesús redentor o posiblemente Tonantzín, desde el punto de vista del indio, pues tiempos eran, en que aún predominaban las creencias autóctonas, corría el año de 1531, los siguientes 300 años, llamados, tiempos de la colonia, sirvieron para formar la esencia del ser mexicano, tal como lo conocemos actualmente. El poder de adoctrinamiento español fue devastador, pulverizó por completo, usos, costumbres y creencias, sin dejar constancia, de los destinos de la estructura comercial, política, militar y religiosa de lo que fuera Tenochtitlán.

¿Que fue de los valientes guerreros: Caballeros aguila y los caballeros tigres? ¿y de los matemáticos que ya usaban fracciones? ¿los hábiles comerciantes, los brujos y sus conocimientos de herbolaria, los administradores, los maestros? Sin importar los métodos que habrán utilizado los españoles para disover tan compleja estructura social, un elemento importante es, a mi juiciuo, que la organización sucumbió sola con base en dos elementos fundamentales: La falta de liderazgo y la ausencia de un propósito, imperantes, no solo en aquellos tiempos, sino en el mundo actual.

Hoy en México estamos sufriendo los embates de una nueva conquista, encaminados a no se sabe donde. Tenemos vastedad en recursos naturales, creatividad impresionante, mentes privilegiadas. Somos la envidia marítima de japón, el sueño petrolero de USA, el clima paradisiaco por el que suspira Europa del este, pero, al igual que hace 500 años, 400, 300, 200, 100 o 6: Hace falta liderazgo y un propósito incluyente, renovador, transformador y que proponga un vida digna en un país lleno de posibilidades.

Luz Interna: Cuando Jesús, proclama “Nadie viene al padre, sino por mi” me gusta pensar que le da esa licencia a cualquier hombre de buena fe y voluntad. Esa licencia me la tomo, para renovar mi fe en Dios a través de su obra, el hombre mismo. Y acaso hoy veo que una de las grandes pérdidas del ser humano, es la capacidad de poder ver el bien en el ojo ajeno y dejar de competir para pasar a compartir. En tiempos de crisis, violencia y pérdida de valores, el origen es el hombre y la solución es el hombre. Es decir, el problema del hombre está dentro de él mismo. Coincidiendo con diversas filosofías y doctrinas, la solución stá en el aquí y el ahora, de mi forma de pensar, surgirá mi actuar.

Hoy no interpelo más a políticos, disidentes, criminales, personaliddes o ala persona común, hoy la única posibilidd de cambio, la ubico en lo más profundo de mi ser. El ser representado por lo que pienso, lo que digo, lo que hago. Soy en la medida en que actuo y si quiero que mi ser impacte, favorablemente en mi medio, debo actuar en favor del bien. Bueno es lo que a la gente le hace el bien. Si yo cuido la obra de Dios, el hombre, llegaré a él a través del único medio posible: El mismísimo amor. Amor al hombre.

viernes, 6 de agosto de 2010

Peleas




La puerta se azotó tras Rafael, se mostraba iracundo, y en arranque de furia lanzó su portafolios hacia la jardinera, orgullo de su sala. El coraje le revolvía los sentidos, en grado extremo. Decidió tranquilizarse un poco, antes de enfrentarse a Elisa; en vano intentó algunos ejercicios respiratorios, no podía hacer a un lado el motivo de su indignación. La situación no era nueva, en el transcurso de las últimas semanas se venían sucediendo pequeñas disputas entre Elisa y él, por cualquier cosa, pero, ahora le resultaba intolerable el ambiente en que se hallaban inmersos y decidió de una vez por todas aclarar lo necesariamente aclarable.

Elisa había previsto ese momento, y estaba dispuesta a todo, en nada se intimidaba, tal vez reconociese algunas de sus culpas, pero eso sí, tenía plena conciencia de lo funesto que resultaba el ceder su perdón así como así. Rafael tiene muchas actitudes desagradables y no tengo porque estar soportando sus cosas, pensó.

Sumida estaba en sus pensamientos, cuando, intempestivamente Rafael irrumpió en la habitación. Se mantuvo firme en la mirada y lo retó, con un simple gesto de fastidio, a comenzar la pelea. Rafael se encolerizó aún más, pero no sabía por dónde empezar; con los brazos en jarras, dio media vuelta, para mirar las cortinas, y darle la espalda a su Querencia, como cariñosamente le llamaba.

Rápidamente ordenó sus ideas, y violentamente giró sobre los talones, le retó a explicarle D-E-T-A-L-L-A-D-A-M-E-N-T-E, los motivos por los cuales últimamente habíase mostrado tan hostil con él. ¿Quieres que te los diga?, preguntó ella, y sin permitirle contentar continuó amonestándole, pues bien, te lo voy a decir, pero pon mucha atención chiquito, que no te lo voy a repetir, ¿cuándo fue la última vez que me diste un beso de corazón?, a ver dímelo, y también dime, ¿por qué esas llegaditas tarde?, y a qué obedece tu falta de valor para reclamarme a mí, ¿eh?, ¿por qué fuiste a decirle a mi mamá todos nuestros problemas?, a ver dímelo, dímelo. ¿Tú crees que yo nomás estoy para soportarte?, continuó, y para lavarte, plancharte, cocinarte, esperar a la hora que se te ocurra llegar?. Rafael se mantuvo en posición de desgano, en realidad no tenía ganas de darle alientos para incendiar los ánimos. Cerró los ojos y se dejó caer de hinojos, apoyando los brazos en la cama. Ella lo observó, y dos lágrimas resbalaron por sus mejillas, lentamente, en actitud felina, gateó sobre la cama, hasta llegar al extremo en donde se encontraba Rafael, postrándose como niño que juegan a las canicas.

Ambos sentían la necesidad de hablar, pero daban la oportunidad de iniciar, el uno al otro. Rafael decidió romper el silencio, y le reprochó: Necesitas urgentemente pensar en los demás!, estás obstinada en creer que el mundo gira a tu alrededor!, estoy de acuerdo en todo lo que arguyas, pero una cosa te voy a decir, mientras no nos pongamos de acuerdo en el hecho de que es ahora cuando nos estamos conociendo, nunca vamos a llegar a nada, concluyó. Guardaron silencio unos segundos, y ella volvió a la carga; ¡eres un tipo odioso, te la pasas esperando de mí compresión, pero tu nunca te miras a fondo, para indagar en qué estás fallando!. Gracias, le respondió él, y estampó un beso en su mejilla, tú eres una niña que todavía huele a pañales, y no has reflexionado en la imperiosa necesidad de decidir tus actos por ti misma. No lo había pensado, suavizó la voz ella, y correspondió con otro beso, tú no tomas en cuenta lo importante de estar juntos los dos el mayor tiempo posible, yo necesito estar a tu lado para practicar nuestro cariño. Tienes razón, respondió Rafael, al tiempo que juntaba sus labios a los de ella. Me extraña tu fría actitud de despedidas y bienvenidas, son fatales, parecería ser que todo es parte de tu paisaje, y tiene por obligación mantenerse siempre en su lugar, para tu contemplación, como si no necesitara de tu aliento para seguir adelante. ¡Oh Dios! Lo siento, desgraciadamente el hábito me estaba comiendo, y rodeó el cuello de Rafael con sus brazos. Tus arranques son tan furtivos y a veces tan injustificados, tanta perfección asusta, a veces eran tan maquinalmente rutinario, que ganas dan de buscar el botón para encender tu espíritu humano. Disculpa mi pedantería mi amor, suplicó Rafael, para después aferrarse al delicado talle de Elisa. Tu mayor defecto es haberme amado. Elisa comenzó a acariciarle el pelo y le reclamó su falta de gusto por fijarse alguna vez en ella.

La pelea continuó hasta la mañana siguiente, en que el sol los sorprendió haciendo el amor,por enésima vez.


México D.F. 29 de Diciembre de 1987

viernes, 23 de julio de 2010

Amor es: Tolerancia y Respeto



Hace tiempo alguien me regaló una gatita, que resultó ser como todos: indiferente, voluble, caprichosa, independiente y dominante. Sin embargo, fueron más las cosas que me cautivaron: cuando lamía sus patitas, hacía una pausas, volteaba a mirarme, sacudía su cabeza como queriéndose quitar mi imagen de su cabeza y tomaba vuelo para iniciar nuevamente su aseo gatuno. Era feliz viéndola caminar con esa elegancia propia d elos felinos, transitar en mis libros sin tirar uno solo, verla acurrucada con sus patitas metidas en el pecho, al borde de la venta. Mi alegría con la Cata consistía primordialmente en mirarla y saber que estaba ahí. Tenía además uno que otro Bonus Cat: su motorcito que encendía recostada sobre mi pecho, sus vueltas a mis piernas y esas mañanas en que me maullaba en la cara para pedirme de comer. Con esos poquitos de su atención me conformaba e incluso le agradecí el ratón muerto que puso en mi mesa de trabajo. Un amigo me dijo que era un regalo, preferí tomarlo de esa manera.

Un día, las circunstancias me obligaron a alejarme de la casa y tuve la fortuna de contar con el apoyo de una generosa mujer que aceptó darle asilo a la Cata con la feliz anuencia de sus dos pequeñines. No tuve problema en atender mis asuntos, sabiendo que Mi Cata se quedaba en las mejores manos. El problema lo tuve después. Al regresar a por la Cata, había conquistado el corazón de todos, pero en especial entre la madre de mi amiga y la Cata que de solo pensar en separarlas me convertía en villano. Cuando llegué la cata estaba sentada en la forma que la adoraba, con sus patitas delanteras dobladas al pecho y observando embelesada a su nueva amiga. Justo en ese momento supe lo que tenía que hacer. Me acerqué a la Cata y le di un beso en su cabeza, que se sacudió inmediatamente. Al salir, sentí una pequeña opresión en el pecho y solté un par de lagrimitas. El periodo de duelo me duró casi tres meses.

Hace unos días hice contacto, en internet, con una persona que se dedica a rescatar animales y ofrecerlos en adopción. A partir de mi buena experiencia con la Cata, decidí ofrecerme como adoptante de una gatita color Garfield y comencé a investigar el procedimiento, pensando que sería algo así como ven a verla, platicamos y te la llevas. Sin embargo, la joven promotora de adopciones que se identificaba como Ariadna Garritas me explicó que se tenía que llevar a cabo una serie de “trámites” posteriores al llenado de una solicitud. La recibi vía email y no me gustó por que me pedían mis datos personales pero ella solo me ofrecía un domicilio de email, por lo tanto aborté el proceso.

La chica me insistió un par de veces por email así que en un rato de ocio respondí: “Quiero al Gatito pero el trámite me parece excesivo. Espero de corazón encuentre un dueño pronto, muchas gracias.“

En una hora, mi bandeja de entrada llegaron más de 30 mensajes de usuarios del sitio (dos o tres), que iban desde una larga explicación sobre el trámite hasta “pobre de ti” “No es como si fueras al tianguis y compraras una mercancía” “los animales son como tus hijos”, etcétera. Solo por aclarar, respondí que no estaba en contra de sus trámites, que el del problema soy yo (lo cual es cierto) y que me cuesta mucho trabajo dar mis datos personales a alguien que no conozco. Los mensajes no solo no cesaron sino que aumentaron y algunos hasta me ofendían: o me tacharon de insensible ante mi incapacidad de ver en un animalito a un hijo. Una Jovencita escribió: Por eso amo a los animales más que a la gente.

Respeto la opinión de la gente y no me afecta que vean a sus mascotas como hijos; amo a los animales y me considero respetuoso de la vida, pero solo puedo verlos como animales.

Lo que me causó mucha angustia, es la incapacidad de llegar a acuerdos, de tolerar, de respetar, de generar el debate, de dar permiso a las ideas. No tengoproblema para hacerlo, no por que esté en una posición superior, sino por que mi testarudez ha sido pagada hasta con la humillación, de manera que he aprendido el ejercicio del diálogo y la tolerancia por el camino y el dolor.

Esta experiencia me ha regalado la siguiente reflexión: Va a ser muy difícil que México pueda concebir un crecimiento en justicia e igualdad si no aprendemos cuanto antes a mirar los problemas en conjunto, a ceder, a debatir, a discutir y darnos cuenta que la diferencia, no debe separarnos sino enriquecernos. Mi revelación vino a partir de un grupo de gente que se distingue por ser de buenos sentimientos. Sigo pensando lo mismo y de hecho a la señorita Garritas, le agradezco me haya permitido llegar a esta conclusión, que me parece productiva: La tolerancia y el respeto, deben se temas fundamentales, en la discusión de un México mejor.

lunes, 12 de julio de 2010

Preparándonos para ser campeones del Mundo II y última





A primera vista podría parecer muy simplista la proposición: Para ser campeones, para lograr el triunfo, necesitamos un motivo suficientemente poderoso como para hacer que abandonemos nuestras prácticas actuales y las canjeemos por formas de proceder, quizá hasta radicales, pero no nuevas.

Si vinculamos el pensamiento de un jugador de fútbol nacional, que no nacionalista, a una gran proyecto de nación, de verdadera trascendencia, un pensamiento inspirador, pero que lleve aparejado una acción inmediata, concreta, entonces, es muy probable que ese jugador adquiera un compromiso, que va más allá de sus deseo inmediatos de triunfo: Dinero, fama, mujeres y todos los etcéteras que se le puedan agregar.

Quizá, al momento de entrar a la cancha el jugador piense en los privilegios que podría perder, quizá piense en lo conveniente que sería resultar triunfadores, en aras de una mejor proyección profesional, sueldo, prestigio y los etcéteras anteriores. Al momento de entrar a la cancha, dará lo mejor de Si. Claro, por ganas no faltará, además lleva experiencia, talento, garra, pero que no concretan en triunfos. Por lo menos no en triunfos de la selección, aunque, de acuerdo a su desempeño, probablemente, uno o varios jugadores, resultarán ampliamente beneficiados con los dichosos etcéteras.

Quizá el jugador ponga a disposición de la afición sesudas interpretaciones de lo acontecidos en la cancha, las cuales explicará, con puntos y comas, en forma diligente y honesta. ¡Claro! Después de todo, o es tan difícil. Se trata simplemente de hablar con la verdad: Dimos todo en la cancha pero no concretamos. Por esto o por aquello. Da igual.

Los oficiales de la información deportiva, pregonarán también los estos y aquellos, desplegando interesantes análisis, explicando con lujo de detalle, los errores tácticos y estratégicos, ampliarán la información con cuantiosas estadísticas de los últimos lustros, sin obviar nada. Determinarán los perfiles de cada jugador, entrenador, directivo y aguador involucrado y al final, seguramente no dará con la respuesta adecuada.

Por que la respuesta adecuada no está en los jugadores, ni en los directivos ni en los aguadores: La respuesta adecuada está en los mexicanos. En la historia, en la gran capacidad que tenemos de ilusionarnos: Aspiramos a tener resultados diferentes, o sea ganar la copa del mundo, haciendo las cosas como las hemos hecho los últimos 4, 8, 12 16 años o más. Y nuestra ilusión crece con el apoyo de la aberrante idea, que nos fue implementada hace varios años: La mexicanidad es un sentimiento, cuando en realidad debería ser un galardón, una medalla al mérito, un premio. Definitivamente no se trata de regatear la nacionalidad, pues, de acuerdo a la constitución política de los Estados Mexicanos, nos pertenece, por el simple hecho de haber nacido en territorio mexicano. Lo que es cuestionable, son las asociaciones mentales a las que nos lleva la palabra Mexicano: Existen miles de opciones, chuscas, realistas, cursis, denigrantes, exuberantes, prejuiciosas, malintencionadas, edulcoradas, contundentes, ofensivas, estimulantes, raras. Y ese es el problema. Nacer Mexicano es una cosa, que se resuelve fácil. Ser mexicano está sujeto a cientos o miles de interpretaciones.

Cuando exista un consenso, que nos de una opción de mexicaniza inspiradora, que sea congruente y aplicable a todas las regiones de este enorme país de tan enormes diferencias económicas, sociales y culturas. Cuando ese concepto de mexicanizad lo compartamos, sin prejuicios de ninguna especie y si como una afrenta a nuestra apatía e indiferencia a las grandes desigualdades nacionales, en ese momento, estaremos a un paso de presentar una opción viable de nación, y claro, al ser un consenso, implicará una responsabilidad compartida. Y entonces, luego entonces, La selección mexicana de Fútbol tendrá algo que defender, algo más que sus privilegios personales y en ese momento, es muy probable que logremos el triunfo, para nuestra nación.

En ese momento diremos: Que viva México, nación independiente, humana y generosas a la que entregamos nuestra existencia. En ese momento lo diremos con convicción, entrega, pasión y lo usaremos a nuestro favor, no solo para ganar campeonatos internacionales de fútbol o de rayuela, sino para ganar una forma de vida a la que hemos aspirado por muchos años y que nada más no llega el día que podamos disfrutar.

Me lo dijo un Pollito: Que así como los habitantes de la ciudad de México, rebasaron a las autoridades en el sismo del 85, así Monterrey está sacando la garra y poniendo el ejemplo de lo que aquí se escribió. Los pobladores están haciendo.

lunes, 5 de julio de 2010

Prepararnos para ser campeones del Mundo.




Lo peor que puede hacer México, en estos momentos es ir a llorar su derrota. Perder, lo han dicho infinidad de veces, más que una humillación o un finito, es una oportunidad y si se le quiere ver así, un reto. La historia y los hechos lo demuestran, es necesario que el ser caiga a lo más profundo de su dolor o sufrimiento para comenzar a reconocer las enormes posibilidades del ser. Ya lo decía el maestro: Para nacer, debemos morir. Por supuesto, lo decía en otro contexto, sin embargo es aplicable, por que, en realidad es la vida, lo que defendemos a cada instante, no tanto la supremacía ni el éxito: La Vida misma es lo que está en juego.

Alemania, Japón, Italia y una larga serie dé ejemplos lo demuestran: De las ruinas se han levantado, no solo para reconstruirse, sino para elevarse por encima de sus problemas. Con un sentimiento que rebasa el patriotismo. Es un sentimiento de valor comunitario, es, a mi parecer, el amor a la vida y el amor a la vida, no hay manera de expresarlo mejor que en la creación: hermanos somos, si hermanos nos concebimos.

La selección mexicana juega, participa, se reúne, comparte, pero no pasa de ahí. Mueve el balón, quizá con desenvoltura. No hay duda que sus intenciones sean ganar, ni que sus capacidades, incluso, puedan rebasar a la de otros jugadores extranjeros. No hay duda de que le echan ganas, aún cuando ese “echarle ganas” es uno de nuestros problemas, pero de eso hablaremos en otra entrega.

Los problemas de la selección mexicana, son muy parecidos a los problemas del país. No provienen de un mismo origen, no dependen de una sola persona y no existen soluciones fáciles, sin embargo, todos podemos enriquecer las posibilidades de triunfo si aportamos ideas, si trabajamos, si nos aliamos, si concebimos un campeonato como una realidad.

Una gran omisión, al momento de plantearse el triunfo, es tan obvio como imperceptible: ¿para qué? ¿cuál es el propósito de ganara? ¿por qué queremos o debemos ganar? En este momento se me pueden ocurrir miles de razones. El lector quizá hasta levantó las manos al cielo y pensó: ¡Pues obvio! Sin embargo, ¿tenemos claro un para qué? Y ese para qué ¿esta asociado a una realidad, a un aspiración a un valor, a un esperanza nacional? Por que obviamente, los directores, gerentes, jugadores, patrocinadores y demás, tienen muy claro que ganar equivale a muchas ganancias. Pero ¿es suficiente esa idea? Los hechos demuestran que no.

Por eso mi propuesta es que los seleccionados (y de paso los mexicanos), además de su entrenamiento reciban una cátedra completa de historia del México antiguo, de sus valores, de sus luchas, de su verdad. Que busquen, en sus orígenes, el espíritu de combate, de los aquellos, guerreros, que tenían que luchar, no por ganar, sino por sobrevivir. Los seleccionados, deben conocer a fondo la historia de las injusticias que ha padecido el mexicano, la enorme sed de amor que pulula en nuestras calles, en nuestros corazones, la gran necesidad de creer en algo o en alguien. Los seleccionados, deberían comprender, como representantes de México, le médula de nuestro espíritu y una vez con ello, deben ir a luchar por un nombre, por una verdadera vocación, una verdadera razón: México, su gente, sus niños, sus pobres, sus ancianos, sus madres solteras, sus hermanos indígenas, sus 70 millones de pobres, sus bosques devastados, sus ríos secos, su mar contaminado, su cielo gris.

Los mexicanos debemos luchar, si señor, pero entender para qué nuestra lucha, darle un sentido y propósito definido. Esa es la primera tarea, y la debemos emprender hoy. Hace falta liderazgo, claro está, pero debemos comenzar hoy con la tarea filosófica: ¿qué motivo puede ser tan grande, como para animar a 100 millones de mexicanos a trabajar, en conjunto por su país? Cuando encontremos la respuesta, estaremos listos no solamente para ganar un mundial sino para conquistar un progreso.

sábado, 19 de junio de 2010

Padre Nuestro que No estás



Rosita. La de las piernas flaquitas y carita chiquita. Cabello pesado y brillante amarrado en una larga cola que se movía como péndulo cuando caminaba, me había dado la estocada final: Es que mi mamá no me deja tener novio y la verdad te prefiero como amigo. Con esas palabras, una niña de catorce años, había roto mi corazón a los 16. ¡Qué feo estar enamorado! Miles de sentimientos se mueven en el corazón. Es como un remolino negro que hace estragos dentro de uno. Así como dando muchas vueltas. Eran las 7 de la noche de un sábado.

La fiesta continuó sin mi. Me retiré a unos pasos de la casa y tomé asiento en la piedra que estaba vacía, pues todos los vagos, menos yo, se estaban divirtiendo. Trataba de escuchar la música, pero mi corazón no me lo permitía. Había llanto que se agolpaba en el pecho, en las sienes, en los ojos. El dolor era muy grande, igual que el vacío. Incontenible, demasiado pesado como para cargarlo, pero algo descubrió mi mente, no era un dolor nuevo, no era un sentimiento ajeno, tenía un origen. Mi mente voló, me desconectó de la música. Me llevó al ayer. A donde no había regresado. El dolor era un sentimiento atrapado. ¿en donde? Ahí:

“En la calle estaba pasando un desfile del circo que pronto se estaría instalando en los terrenos baldíos. A mis 7 años, jamás había ido a un circo, de hecho, en la feria tuve oportunidad de subirme en las tazas, por que había niños llorones que no se querían montar solos y yo era una especie de acompañante. Mi madre con trabajos tenía para darnos lo básico. No era un niño pobre, pero si con muchas limitaciones, el gansito, por ejemplo y el circo, por supuesto. Todo por que a mi padre se le había ocurrido un día irse de la casa y dejarnos acostaditos a los 6 chamaquitos, para no volver a vernos jamás.

Quizá por que las carencias se sustituyen con risas y creatividad, pero los niños poco lamentamos el hecho de no contar con los medios de consumo. Si se llegan a desear cosas, pero no al grado de no seguir adelante, usando corcholatas, cajas y palos, en lugar de carritos, balones y demás., así que cuando pasó el circo, no me produjo ni siquiera atención. De alguna manera sabía que era algo prohibido por mi, no obstante, mi curiosidad era grande y, por supuesto, corrí a admirar las novedades del Gran Circo que venían sobre carros tan feos y maltratados que daban más lástima que ganas.

Pasó primero un carro con las bocinas, seguido de los actores de a pie, todos con sus ropas viejas y desteñidas. En una camioneta, la niña convertida en araña por desobedecer a sus padres, la mujer fantástica, los payasos chicharrón y chicharrón, los gemelos voladores, los perritos parisinos y los caballos gigantes. Todas esas atracciones me tenía lleno de curiosidad pero no lograban atrapar mi interés, sin embargo, hasta atrás, como una atracción extra y de importancia menor, andaba, majestuoso, pesado, bamboleante, magnánimo: El elefante. Sus enorme trompa, su tocado en la frente, sus ojos húmedos, su mirada de anciano y sus orejas de elefante. ¡Impresionante! Si me pudiera ver, seguro que es la imagen de un niño, tripudo, con sus shorts cortados de un pantalón, chorreado, greñudo peor extasiado, anonadado, extremadamente impactado ¡Un elefante! Y es que eso solo se veían en los programas de Tarzán o de una leona Bizca. ¡un elefante! A lo lejos veía como se movían sus tambochas como señora despreocupada, y pude notar, con un gran pesar, que el cuidador le pegaba con una fiero en cuyo extremo tenía un gancho, el cual le producía pequeñas heridas que le sangraban ligeramente. Eso me conmovió.

El Elefante se convirtió en una obsesión. Al salir de la escuela corría para alcanzar la hora de su baño. Pero no siempre tuve suerte. Los sábados y domingos me postraba a unos metros, sentado en el pasto, con la esperanza de ver al elefante. Pocas veces tenía suerte. Sin embargo, no dejaba de intentarlo.

Un día, estaba más cerca que de costumbre. Recargado en las rejas que separaban el circo de la calle, me topé con Beto Flanes, quien a sus 10 años, tenía una fama que rebasaba su estatura pero que se había ganado a pulso, por sus maldades, creatividad para las travesuras y su famosísimo cabeza rompe cejas que te asestaba a la menor provocación o sin ella. Definitivamente, le tenía miedo, pero, para mi mala suerte, ya me había visto, así que no hubo manera de escapar. Me llamó como lo hacía siempre, Ven acá Pollo. ¿qué pasó? - respondí. ¿Quieres ver al elefante wey? - Pos a huevo que si - respondí. Mira, ahí mero hay un agujerito, si te asomas, lo vas a ver, ya merito va a salir a la función. ¿neta wey? Qué si, te digo que si pinche pollo.

No tuve la menor duda. Para mi era una oportunidad única, de manera que me atreví a cruzar las rejas por lo bajo, me arrimé a la lona y me incliné a mirar por el agujerito que me había señalado Beto flanes. Lo único que podía ver, eran piernas y tablas y a lo lejos pero muy lejos, la pista, luces y lo que parecía ser un show de malabaristas. Podía ver al Elefante preparándose para salir, en realidad solo un poco de su perfil y juro que me miró de reojo. No bien había tomado posición adecuada cuando escuché un zumbido que cortaba el aire salvajemente. Antes de poder reaccionar, mi piernita daba cuenta de lo acontecido. Uno nuevo zumbido y mi perna recibía nuevamente el castigo. Una vara como de un metro, recta, dura, canalla, extremadamente dolorosa, había sido impactada contra mi débil piernita. Un hombre, con playera sin mangas, pantalones de tela dura y cara de asesino seguía blandiendo la infame arma, mientras me prodigaba una serie de amenazas. Peor que si hubiera robado las joyas de la corona. Sobre mi hombro miré al flanes doblado de la risa. Todavía alcanzó a darme un golpe más, antes de que yo tomara la salida. Mi short se atoró en la reja rasgándose en un costado. Corrí tan rápido como me fue posible, mientras el villano levantaba las manos amenazante y el flanes disfrutaba fascinado.

Crucé la calle y por poco me alcanza una camioneta. El chofer tuvo tiempo de ofenderme y a mi madre de paso. Me sentía avergonzado, humillado, quebrantado. Me tiré en el camellón y traté de ver los daños. Mis calcetines no tenía resorte, así que no tuve que arremangarlos. Tres verdugones se alzaban en mi pequeña pierna. Tres, rojos, intensos. Sobé mis piernitas, chorreadas y miré mis tenis de plástico, llenos de popó de elefante. Es lo más cerca que estuve de él: ¡Su mierda!. Miraba mis piernas y sentía un gran dolor. Me sobaba mis piernitas y las lágrimas cubrían mi rostro: ¿por qué me pegan? ¿por qué me pegó? ¿no ve que estoy chiquito? ¿no ve que me duele? … lloraba. Pensaba en mi padre ¿Dónde estaba mi padre? ¿Dónde estaba? ¿no ve que lo necesitaba para defenderme? … Un niño de siete años, necesita su padre para que lo proteja, yo necesitaba a mi padre, por que ya no quería que me pegarán, no en mis piernitas. No en mi corazón. Lloraba el niño, desconsolado, vulnerable, abandonado, solo, desprotegido: Tan niño tan sin padre”

Pensando en eso, pensando en Rosita. Pensando en lo dolorosos que puede ser la vida, me descubrí a los 17 años llorando como un niño de 7 años. Me descubrí añorando lo que no tuve. Me descubrí sediento de amor, por que me hacía falta ese amor que es irremplazable, el del padre, el que se supone me debía dar la fuerza interna para saber que estaría protegido. Me descubrí llorando no por mi, sino por la orfandad en que se encontraba aún mi niño interno. Me descubrí huérfano de padre, a los 16 años, cuando ya no me hacía falta mi padre, pero si sus enseñanzas, su valor, su protección. Me descubrí, con la necesidad, de convertirme en mi propio padre.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Don Gabriel Vargas - 5 Feb 1915 - 25 May 2010




Don Gabriel Vargas. Muere a los 94 años de edad, habiendo cumplido con una vasta labor de cronista, retratista, paisajista, monero, cuentero, antropólogo, humanista, novelista, sociólogo de la realidad mexicana y todo lo dejó plasmado en 1,616 número de la inevitable, persistente, folklórica y genial Familia Burrón.

Nadie o casi nadie, está al margen de la Familia Burrón, sea por que la ha visto colgada en un puesto de periódicos, la ha leido, se la han platicado o ha escuchado alguna referencia urbana: - Esa señora tiene hartos hijos, parece burrón.- ; - No te pases, el camión iba repleto, parecían burrones, nomás les salían las naricitas - ; - ¡Aguas con esa vieja argüendera! Es pior que la burrón.

Es difícil desasociar a Gabriel Vargas de la Familia Burrón. Probablemente haya tenido otros logros, sin embargo, éste es por el cual será recordado: La Familia Burrón y su contingente de personajes, que por si mismos, son suficiente para darle peso a la historieta, arquetipos fácilmente identificables de la realidad urbana, desfilan en representación de las fenomenologías del ser mexicano.

Puedes verlos en cada calle, en sus gestos, en sus angustias, en sus desapegos, en la sorna, en la sensibilidad urbana y la dureza campestre. Los ves caminar, desfilar, arremeter con sus palabras nunca altisonantes pero contundentes, en un fraseo singular que no da lugar a la confusión, ni se permite interpretaciones. Cruda realidad y curiosa fascinación por las costumbres del barrio, del arrabal y de la gente popof.

Los personajes sobreviven a su autor, no por voluntad propia, sino más bien por que se han encarnado en las cotidianedad, en el hacer y decir de la gente. Se fusionan los modelos y forman parte del paisaje regular:

Doña Borola Tacuche de Burrón, mujer luchadora, desmadrosa desde niña, creativa, líder natural de las causas perdidas de antemado, campechana, arrebatada, glamorosa, impulsiva, machorra o como dirían actualmente, francamente cabrona. Ama a su marido más de lo que ella misma se habría permitido conscientemente, sin embargo, no duda ni tantito, en minimizarlo, regañarlo, abochornarlo y al final, cae de hinojos si su chaparro le levanta la voz. Curiosa combinación La esposa que es madre e hija de su esposo.

Ella llora a Don Gabriel Vargas, a grito pelado, no se reprime, nunca lo ha hecho. Se avienta a la tumba aunque se le vean las tarzaneras, amenaza con aventarse a la fosa, por que así de arrebatada es. Macuca la toma de los hombros, espantada, mientras gruesas lágrimas resbalan su angelical rostro. El tecolote toma a su madre del brazo enjugándose el rostro. Foforo se aferra a la perina de su madre sin dejar de ver la tumba y su perro Wilson, al igual que su amo, le llora a Gabriel, con la cabeza gacha. Al lado vemos a Regino, visiblemente trsite, consternado, como casi siempre, pero esta vez más abatido. Sus manos en las bolsas de los pantalones y lágrimas a borbotones.

En la cabecera está una orquesta de niños, comandada por Alubia Alubión y su inseparable tololonche, en cuya caya de resonancia guarda flores para su padre Gabriel y mucho amor para el necesitado, en el bombardón está sinfónico Fonseca y destemplando las cuerdas de su violín su amigo Isidro Cotorrón. Avelino Pilongano se usa de la música de fondo para declamar una de sus tantas poesías, que según él, le ha chuleado repetidas veces el poetazo Octavio Paz, sostenido por su madre Doña Gamucita Pilongano, que llora desconsolada, pero no pierde de vista a su vástago, pues algo se le fuera a ofrecer.

Se ven la multitud que vienen y van, Ruperto Tacuche junto con Don Quirino, propietario del catre, reparten campechanas entre los conmocionados y Susano Cantarranas se ofrece gustoso a obsequiar jicaras de tlachicotón y caldo de oso pa´mitigar las penas, que gustosamente le ayuda a repartir y a beber su divina Chuy.

A lo lejos, casi escondidos, forman un pequeño grupo El conde Satán Carroña, Cadaverina de Carroña, Don Sombroso Mortis, la pinga diabla, Narciso y el Diablo Lamberto. Acostumbrados a la muerte, su sorpresa son la cantidad de visitantes que llegan a su sempiterno hogar, el panteón del cuajo, en donde, por primera vez, están acompañados por los hijos de su mismo creador.

Los Popofs han formado también su corrillo. Cristeta Tacuche amenaza con desmayar y a punto de caer al suelo, pese a los enormes esfuerzos de su secretaria Boba Licona y su fiel enamorado El Conde Roquefort, rey del Queso. Los Tinoco, consuelan a su vástago Floro tinoco, que patalea en el suelo llorando como el chamaco que es.

Visitantes de tierras lejanas, montados en sus pollos cuacos, también le lloran a Gabriel: Briagoberto Memelas cacique de la coyotera, Juanón Tepochas cacique de San cirindango de las iguanas, el Gúen caperuza lo es del valle de los escorpiones, generoso el chivero y su amiga la bruja Julisa.

Todos ellos, y muchos que salieron de la pluma de Gabriel Vargas, lloran el dolor de su partida, todos lloran inconsolables por el genio que s enos fue, todos lloran por que un pedazo de México nos dejó, todos lloran, y yo también lloro. Con Don Gabriel Vargas, también se va un pedazo de mi vida, de mi infancia, de mis afectos, de mis recuerdos, de mis alegrías. Siempre que estoy triste o abatido, pienso en aquella vez que Borola quería darle de comer a todos en la vecindad y se puso a inflar pollos con una bomba de bicicleta, o sus pasteles de lodo, sus sopa de zapato viejo, sus enchiladas hechas con tortillas de cartón, o cuando quería viajar a la luna y le puso un motor de licuadora al tinaco, o cuando hizo una protesta contra los jitomateros y le rompieron el hocico.

Siempre que pienso en Borola, pienso en la lucha diaria d emuchas mexicanas que se parten la madre por sus hijos, con su creatividad, con sus pocos recursos, con su dignidad, su orgullo. Bueno, así también es mi mamá.

Descansa en Paz Gabriel Vargas y muchas gracias por todo lo que nos diste.