sábado, 19 de junio de 2010

Padre Nuestro que No estás



Rosita. La de las piernas flaquitas y carita chiquita. Cabello pesado y brillante amarrado en una larga cola que se movía como péndulo cuando caminaba, me había dado la estocada final: Es que mi mamá no me deja tener novio y la verdad te prefiero como amigo. Con esas palabras, una niña de catorce años, había roto mi corazón a los 16. ¡Qué feo estar enamorado! Miles de sentimientos se mueven en el corazón. Es como un remolino negro que hace estragos dentro de uno. Así como dando muchas vueltas. Eran las 7 de la noche de un sábado.

La fiesta continuó sin mi. Me retiré a unos pasos de la casa y tomé asiento en la piedra que estaba vacía, pues todos los vagos, menos yo, se estaban divirtiendo. Trataba de escuchar la música, pero mi corazón no me lo permitía. Había llanto que se agolpaba en el pecho, en las sienes, en los ojos. El dolor era muy grande, igual que el vacío. Incontenible, demasiado pesado como para cargarlo, pero algo descubrió mi mente, no era un dolor nuevo, no era un sentimiento ajeno, tenía un origen. Mi mente voló, me desconectó de la música. Me llevó al ayer. A donde no había regresado. El dolor era un sentimiento atrapado. ¿en donde? Ahí:

“En la calle estaba pasando un desfile del circo que pronto se estaría instalando en los terrenos baldíos. A mis 7 años, jamás había ido a un circo, de hecho, en la feria tuve oportunidad de subirme en las tazas, por que había niños llorones que no se querían montar solos y yo era una especie de acompañante. Mi madre con trabajos tenía para darnos lo básico. No era un niño pobre, pero si con muchas limitaciones, el gansito, por ejemplo y el circo, por supuesto. Todo por que a mi padre se le había ocurrido un día irse de la casa y dejarnos acostaditos a los 6 chamaquitos, para no volver a vernos jamás.

Quizá por que las carencias se sustituyen con risas y creatividad, pero los niños poco lamentamos el hecho de no contar con los medios de consumo. Si se llegan a desear cosas, pero no al grado de no seguir adelante, usando corcholatas, cajas y palos, en lugar de carritos, balones y demás., así que cuando pasó el circo, no me produjo ni siquiera atención. De alguna manera sabía que era algo prohibido por mi, no obstante, mi curiosidad era grande y, por supuesto, corrí a admirar las novedades del Gran Circo que venían sobre carros tan feos y maltratados que daban más lástima que ganas.

Pasó primero un carro con las bocinas, seguido de los actores de a pie, todos con sus ropas viejas y desteñidas. En una camioneta, la niña convertida en araña por desobedecer a sus padres, la mujer fantástica, los payasos chicharrón y chicharrón, los gemelos voladores, los perritos parisinos y los caballos gigantes. Todas esas atracciones me tenía lleno de curiosidad pero no lograban atrapar mi interés, sin embargo, hasta atrás, como una atracción extra y de importancia menor, andaba, majestuoso, pesado, bamboleante, magnánimo: El elefante. Sus enorme trompa, su tocado en la frente, sus ojos húmedos, su mirada de anciano y sus orejas de elefante. ¡Impresionante! Si me pudiera ver, seguro que es la imagen de un niño, tripudo, con sus shorts cortados de un pantalón, chorreado, greñudo peor extasiado, anonadado, extremadamente impactado ¡Un elefante! Y es que eso solo se veían en los programas de Tarzán o de una leona Bizca. ¡un elefante! A lo lejos veía como se movían sus tambochas como señora despreocupada, y pude notar, con un gran pesar, que el cuidador le pegaba con una fiero en cuyo extremo tenía un gancho, el cual le producía pequeñas heridas que le sangraban ligeramente. Eso me conmovió.

El Elefante se convirtió en una obsesión. Al salir de la escuela corría para alcanzar la hora de su baño. Pero no siempre tuve suerte. Los sábados y domingos me postraba a unos metros, sentado en el pasto, con la esperanza de ver al elefante. Pocas veces tenía suerte. Sin embargo, no dejaba de intentarlo.

Un día, estaba más cerca que de costumbre. Recargado en las rejas que separaban el circo de la calle, me topé con Beto Flanes, quien a sus 10 años, tenía una fama que rebasaba su estatura pero que se había ganado a pulso, por sus maldades, creatividad para las travesuras y su famosísimo cabeza rompe cejas que te asestaba a la menor provocación o sin ella. Definitivamente, le tenía miedo, pero, para mi mala suerte, ya me había visto, así que no hubo manera de escapar. Me llamó como lo hacía siempre, Ven acá Pollo. ¿qué pasó? - respondí. ¿Quieres ver al elefante wey? - Pos a huevo que si - respondí. Mira, ahí mero hay un agujerito, si te asomas, lo vas a ver, ya merito va a salir a la función. ¿neta wey? Qué si, te digo que si pinche pollo.

No tuve la menor duda. Para mi era una oportunidad única, de manera que me atreví a cruzar las rejas por lo bajo, me arrimé a la lona y me incliné a mirar por el agujerito que me había señalado Beto flanes. Lo único que podía ver, eran piernas y tablas y a lo lejos pero muy lejos, la pista, luces y lo que parecía ser un show de malabaristas. Podía ver al Elefante preparándose para salir, en realidad solo un poco de su perfil y juro que me miró de reojo. No bien había tomado posición adecuada cuando escuché un zumbido que cortaba el aire salvajemente. Antes de poder reaccionar, mi piernita daba cuenta de lo acontecido. Uno nuevo zumbido y mi perna recibía nuevamente el castigo. Una vara como de un metro, recta, dura, canalla, extremadamente dolorosa, había sido impactada contra mi débil piernita. Un hombre, con playera sin mangas, pantalones de tela dura y cara de asesino seguía blandiendo la infame arma, mientras me prodigaba una serie de amenazas. Peor que si hubiera robado las joyas de la corona. Sobre mi hombro miré al flanes doblado de la risa. Todavía alcanzó a darme un golpe más, antes de que yo tomara la salida. Mi short se atoró en la reja rasgándose en un costado. Corrí tan rápido como me fue posible, mientras el villano levantaba las manos amenazante y el flanes disfrutaba fascinado.

Crucé la calle y por poco me alcanza una camioneta. El chofer tuvo tiempo de ofenderme y a mi madre de paso. Me sentía avergonzado, humillado, quebrantado. Me tiré en el camellón y traté de ver los daños. Mis calcetines no tenía resorte, así que no tuve que arremangarlos. Tres verdugones se alzaban en mi pequeña pierna. Tres, rojos, intensos. Sobé mis piernitas, chorreadas y miré mis tenis de plástico, llenos de popó de elefante. Es lo más cerca que estuve de él: ¡Su mierda!. Miraba mis piernas y sentía un gran dolor. Me sobaba mis piernitas y las lágrimas cubrían mi rostro: ¿por qué me pegan? ¿por qué me pegó? ¿no ve que estoy chiquito? ¿no ve que me duele? … lloraba. Pensaba en mi padre ¿Dónde estaba mi padre? ¿Dónde estaba? ¿no ve que lo necesitaba para defenderme? … Un niño de siete años, necesita su padre para que lo proteja, yo necesitaba a mi padre, por que ya no quería que me pegarán, no en mis piernitas. No en mi corazón. Lloraba el niño, desconsolado, vulnerable, abandonado, solo, desprotegido: Tan niño tan sin padre”

Pensando en eso, pensando en Rosita. Pensando en lo dolorosos que puede ser la vida, me descubrí a los 17 años llorando como un niño de 7 años. Me descubrí añorando lo que no tuve. Me descubrí sediento de amor, por que me hacía falta ese amor que es irremplazable, el del padre, el que se supone me debía dar la fuerza interna para saber que estaría protegido. Me descubrí llorando no por mi, sino por la orfandad en que se encontraba aún mi niño interno. Me descubrí huérfano de padre, a los 16 años, cuando ya no me hacía falta mi padre, pero si sus enseñanzas, su valor, su protección. Me descubrí, con la necesidad, de convertirme en mi propio padre.

9 comentarios:

Unknown dijo...

Si no lo haz vivido, como puedes comprenderlo? Solo alguien que ha amado, que le ha faltado la dicha del ser amado, es apto para comprenderlo.

Sofia Herfter dijo...

Cuanta nostalgia, cuanto sentimiento transmites en tus líneas, me siento orgullosa de contar con un amigo como tú, pues a pesar de esa ausencia hoy eres un gran hombre. Se te quiere y se te quiere bien!

LizeTh Basaldúa dijo...

Tus palabras fueron imán para mis recuerdos!! Y esa forTaleza q teneMos ahora, me incluyo no la cambiarías x nada!! Te lo aseguro

Stairway To Heaven dijo...

¡Santo Cielo,qué manera de contármelo!
Siempre te presentí...y ahora lo confirmo: Eres una chulada de ser humano. Muackssss

Joss dijo...

Me gustó, realmente me cautivo =)... Que bien ahora tengo ganas de leer más... Gracias por compartir su blog, que bueno leer cosas que valen la pena.

Roci dijo...

Qué conmovedor recuerdo has compartido. Muchas gracias por tu generosidad sincera... tu escrito me llegó profundo.
Un abrazo,
María

Anónimo dijo...

Yo me quedo con "Tan niño tan sin padre" "es lo mas cerca que estuve de el: ¡su mierda!. Gran historia

Anónimo dijo...

Amigo mio muy pocos sabemos valoramos admiramos la vida agena aceptamos lo bello y re descubrimos cosas en los ojos del dolor un abrazo y te entiendo .

Unknown dijo...

SUBLIME....
MI BUEN CONOCIDO Y RECONOCIDO COMO POLLO EN EL ARGOT DE AQUELLOS AYERES DE JUVENTUD.. LOS CUALES TUVE LA FORTUNA Y GRACIA DE VIVIR CERCA...DIRIA YO A CENTIMETROS POR LA DIVISION..DE TAN SOLO UNA PARED.. Y LA DESGRACIA HASTA AHORA SABIDA EL HABER AFECTADO TUS DERECHOS AL SUENO...MI DISCULPA TARDIA A ESO.. AUNQUE TAL VEZ CREERIA YO CONTRIBUYE DE ALGUNA MANERA A ESA FORMA TAN SUTIL .. Y SUBLIME DE CONTAR LO Q SIENTES.. ERES UN ILUMINADO...LO SIENTO POR EL SOLO HECHO DE HABERME DESPERTADO UN SENTIMIENTO SEPULTADO HASTA AHORA POR LA MONOTONIA Q TE DA EL VIVIR DIARIO Q TE ANESTECIA LOS RECUERDOS... GRACIAS ME HAS LLEVADO A LA RISA Y EL PUNTO DE LA LAGRIMA DE UNA LINEA A OTRA...ESO ES TALENTO... MI ADMIRACION PARA TI..